Historia de la no violencia y la paz

Día de la no violencia y la paz

En Aula Campus queremos celebrar, coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Gandhi, el día de la No Violencia y la Paz. Gandhi no fue el primer pacifista ni tampoco el creador de la resistencia no violenta, pero en muchos sentidos, gran parte de la tradición pacifista oriental y occidental cristalizó en él, convirtiéndolo quizás en su ejemplo más visible.

En el mundo anglosajón, el pacifismo había estado cobrando fuerza en los dos últimos siglos.Ya en el siglo XVII y XVIII los cuáqueros, pertenecientes a una secta protestante, hicieron del pacifismo una de sus señas de identidad, tanto en Gran Bretaña como en América. Durante la Guerra de Secesión entre el Norte y el Sur, los cuáqueros, a pesar de oponerse a la esclavitud y participar en el rescate de esclavos, rehusaron tomar las armas por motivos religiosos. En ese sentido se les puede considerar unos de los primeros objetores de conciencia.

Unidos por la paz

En el siglo XIX aparecen las primeras asociaciones pacifistas, como la New York Peace Society en 1815 o la London Peace Society un año más tarde). Uno de los autores más influyentes de la época es el estadounidense Henry David Thoreau, cuya obra La desobediencia civil fue un claro exponente de resistencia no violenta. Thoreau no se limitó a hablar de desobediencia civil, sino que predicó con el ejemplo, negándose a pagar impuestos para un gobierno que permitía la esclavitud y emprendía guerras injustificadas. Su obra y ejemplo provocaron una fuerte impresión en otro escritor comprometido con el pacifismo, el ruso Leon Tolstoi. Ya en su vejez, Tolstoi discutiría por carta la obra de Thoreau con un joven Gandhi. Para Gandhi, que acababa de sufrir en sus carnes el racismo sudafricano, La desobediencia civil se convertiría en uno de sus libros de cabecera.

La guerra afecta a todos

La I Guerra Mundial en 1914 fue un duro golpe para el movimiento pacifista; sin embargo, muchos de sus seguidores mantuvieron sus convicciones y criticaron la guerra abiertamente o se negaron a participar en ella cuando fueron llamados a filas. Muchos de ellos pagaron con la cárcel o incluso con sus vidas, asesinados por nacionalistas exaltados de uno y otro bando. Sin embargo, cuando la guerra terminó, el sentimiento antibelicista se había extendido entre una población europea que había visto morir a más de nueve millones de soldados y a siete millones de civiles. En Gran Bretaña surgieron centenares de novelas y poemas que se centraban en la inutilidad de la guerra, en la juventud masacrada. Más que nunca, los tratados y las sanciones económicas fueron vistos como una alternativa a la guerra mucho más favorable.

La aparición de la amenaza del nazismo destruyó de nuevo las posibilidades de una paz permanente. Gran Bretaña no quería una segunda guerra y el primer ministro Neville Chamberlain intentó aplacar a Hitler con concesiones, creyendo que así quedaría satisfecho. Su plan no funcionó y la guerra se volvió inevitable. Un nuevo período de horror se extendió por medio mundo.

Volviendo a la normalidad

Tras la guerra, con una Europa casi en ruinas, se entró en un período descolonizador. Gandhi, que había liderado un movimiento no violento para conseguir la independencia de la India, consiguió su objetivo, convirtiéndose en una figura relevante a nivel mundial. Su ejemplo llegó hasta un pastor afroamericano comprometido con la lucha por la igualdad racial: Martin Luther King. El propio King, que también había leído a Thoreau, describió la filosofía de Gandhi como “el único método realista y éticamente aceptable que tienen los oprimidos en su lucha por la libertad”. Muchas de las acciones llevadas a cabo por los defensores de los derechos civiles –ocupaciones pacíficas, el autobús de Rose Parks, la cabeza erguida de los primeros niños negros escolarizados en colegios para blancos- son ramas del mismo árbol del que provienen las acciones de la población india en su lucha por la independencia.

El camino a la paz

Durante los años 60, la lucha por la igualdad continuó y se vio arropada por el movimiento hippie, tan identificado con el pacifismo que hoy en día casi no puede entenderse uno sin el otro. Era la época de Woodstock, del símbolo de la paz. Occidente miró hacia Oriente por primera vez en mucho tiempo y se dejó envolver en sus ritmos y filosofías. La dura realidad contraatacó con la Guerra de Vietnam, pero esta vez, la oposición de una gran parte de la población se mantuvo. Las protestas eran constantes y docenas de artistas, deportistas y figuras públicas manifestaron su desacuerdo con la política exterior estadounidense. Muhammed Ali se negó a ser reclutado y se convirtió así en un ejemplo para otros jóvenes afroamericanos. John Lennon le cantó a la paz e imaginó un mundo sin naciones, viviendo en armonía.

Un futuro mejor

Las guerras nunca nos han abandonado del todo, pero atrás han quedado los tiempos en los que los jóvenes que se negaban a luchar por el Imperio Británico recibían plumas blancas como señal de cobardía. En los años 80 se presionaba para que los Estados Unidos y la Unión Soviética terminaran la guerra fría e iniciaran el desarme nuclear y fueron las sanciones económicas y los gestos políticos los que propiciaron la caída del régimen del apartheid en Sudáfrica. Hoy por hoy, al menos en Occidente, las protestas no violentas se han convertido, independientemente de su éxito, en una herramienta al alcance de todos y el pacifismo está ampliamente extendido entre muchos sectores de la sociedad. Incluso si aún quedan muchos pasos por dar, parece que, al menos, estamos en el camino correcto.

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